viernes, 23 de mayo de 2014

Silvia Federici * sobre trabajo sexual, estigma y feminismo

compartimos un fragmento de la entrevista realidad en el marco del 6º Festival Subversivo en Zagreb, Croacia en el año 2013.

Extraído dehttp://feminismeetputerie.wordpress.com/2014/03/15/question-ok-2/

Traducción de Cesar Tisocco (Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual - Argentina)

(Pregunta) Bueno, la institucionalización de la prostitución. Algo que la constitución europea permite. No vemos mujeres prendidas fuego como en Bangladesh, pero sí vemos burdeles en la frontera de Austria y de República Checa y pienso que es una lucha muy importante en conformidad con la prostitución institucionalizada...

Silvia Federici: Pienso que hay una continuidad con los años 80´ y el proceso de globalización y, de alguna forma, su fase inicial, el período del desarrollo de las relaciones capitalistas. Los que leyeron Calibán y la bruja sabrán que hablo de la masificación de la prostitución. Una de las principales consecuencias de la expropiación de la tierra fue sin duda la masificación de la prostitución. Al mismo tiempo que la prostitución había sido aceptada en la Edad Media, fue criminalizada y no obstante, por supuesto, fue uno de los caminos a los que recurrieron las mujeres para, básicamente, acceder a las tierras comunales. Vemos los mismos procesos en la actualidad. Es más, ha habido una masificación de la prostitución como trabajo sexual alrededor del mundo.
Pienso que hasta cierto punto pero pienso que de forma limitada, el aumento de la cantidad de mujeres que se están volcando al trabajo sexual ha tenido que ver con el movimiento feminista. Este contribuyó a socavar el estigma moral del trabajo sexual. Pienso que el movimiento de mujeres también les dio poder, por ejemplo, a las prostitutas para representarse a sí mismas como trabajadoras sexuales.
No es una coincidencia que cuando comenzaba el movimiento feminista, comenzaba el movimiento de las trabajadoras sexuales en Europa, por ejemplo. Con el estigma, las feministas también atacaron la hipocresía: la madre santa, esa visión de la mujer, la completamente sacrificada y la prostituta, esa mujer que ejerce el trabajo sexual pero por dinero.
Y le pagan, entonces está violando la primera regla: que la mujer trabaja a cambio de nada. Y tenemos la separación de la "mujer mala" de la "mujer buena". El movimiento de mujeres realmente desafió esa separación y de esa manera les dio poder a las trabajadoras sexuales para movilizarse.
Por consiguiente, aumentó la cantidad de trabajadoras sexuales... Hay muchas mujeres: estudiantes, también amas de casa, que yo conozco, en Estados Unidos, que se dedican al trabajo sexual como complemento de los trabajos en los que no ganan lo suficiente, o para pagar su educación. Conozco muchos, muchos casos de mujeres que hacen eso. Y más ahora que existe el trabajo sexual electrónico, se puede realmente hacerlo desde tu habitación; por ejemplo, sexo interactivo. No sé si ustedes tienen este tipo de trabajo sexual. Pero el sexo telefónico, el sexo interactivo, son formas en que el trabajo sexual se puede integrar a sus rutinas, mientras cocinan. Pero mucho del aumento de trabajadoras sexuales tiene que ver con las condiciones de vida. Al fin y al cabo, el trabajo sexual es más rentable que trabajar de mucama. Muchas mujeres, he investigado sobre mujeres inmigrantes que migraron como mucamas, enfermeras y en muchos casos después de uno o dos años, sí pueden optan por ejercer el trabajo sexual porque pueden ganar más en mucho menos tiempo.
Pero por supuesto que como en el seno del trabajo sexual se encuentra todo tipo de coerción, de brutalidad, el negocio del sexo es uno de los más violentos. Pero no es el más violento. Si trabajás en un Zona Franca de Exportación tu vida está en mucho más peligro que si trabajás en un burdel o en la calle.
Pienso que hay un problema fundamental en el movimiento feminista. El movimiento feminista está realmente dividido en lo que respecta al trabajo sexual. Y no sé cómo es acá en Croacia, cómo es en los Balcanes, pero sé que hay muchísimas discusiones con amigas feministas, que suelen estar del otro lado, porque tengo algunas amigas, algunas feministas, que no quieren ni escuchar del trabajo sexual. Piensan que el sólo hablar de trabajo sexual es validar una actividad contraria a los derechos de las mujeres, que es contraria básicamente a la imagen transformadora de las mujeres.
Y por otro lado, hay muchas otras feministas que ven al trabajo sexual como un tipo de trabajo legítimo entre las opciones de las que disponen las mujeres, y yo me posiciono en este segundo grupo. Pienso que criticar particularmente a las mujeres que eligen el trabajo sexual es una visión miope, porque deriva de un posición moralista, dado que hay muchas otras formas de trabajo que también exponen a las mujeres a las mismas situaciones peligrosas. Y quizás en algunos casos incluso más. Y exponen a las mujeres a situaciones que básicamente las ponen en una posición completamente subordinada, y esa es una posición que las hace vulnerables a la violencia también.
Bueno, voy a parar acá. Me gustaría escuchar, quizás, algunos comentarios de ustedes sobre la cuestión.
(silencio)
(moderadora): comentarios, por favor. No teman hablar de sexo.

(más silencio)


 


Silvia Federici (1942, Parma, Italia) es un escritora, profesora y activista feminista estadounidense situada en el movimiento autónomo o autonomismo dentro de la tradición marxista.
Es autora del conocido libro de 2004,  Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria y en 2013 el libro Revolucion en Punto Cero. Trabajo Domestico, Reproducción y Luchas Feministas. Ambos diponibles gratis en http://www.traficantes.net/

jueves, 22 de mayo de 2014

Día del trabajador (sexual)

Traducción de Cesar Tisocco (integrante Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual)

Suelo decir que investigar sobre prostitución me hace más una historiadora del trabajo que una historiadora de la sexualidad. A pesar de que las mujeres que vendían sexo en el pasado eran agrupadas en las mismas categorías que los homosexuales y otras actividades percibidas como desviaciones sexuales, ellas conectaban sus acciones no con su sexualidad sino con su trabajo.

Trabajadores sexuales celebran y protestan en el 10º día Internacional por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales, 2011 (imagen: feministe.us)
También solían verse como grupo de trabajadoras. Contamos con evidencia de identidades colectivas y asociaciones de trabajo entre prostitutas en el siglo XIX: un ejemplo notable son las docenas de mujeres que marcharon por las calles de Aldershot golpeando ollas y sartenes en protesta por el cierre de burdeles. Para la década de los 50 del siglo XX, la organización de algunas prostitutas en Londres equivalía a lo que la socióloga Rosalind Wilkinson llamó “estatus gremial”. Esta investigación sociológica temprana reveló los comienzos de lo que se convertiría en un poderoso movimiento por los derechos de las trabajadoras sexuales. Para la década del 70, prostitutas en Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña (para nombrar solo algunos países) se estaban organizando y protestando por protección y derechos laborales.
En el siglo XXI, muchas mujeres que venden sexo eligen llamar a su actividad “trabajo sexual” y autodenominarse “trabajadoras sexuales”. Esto puede tener significados diferentes para distintas mujeres. Para algunas, reconoce su trabajo como algo normal, necesario y respetable. Para otras, sirve para diferenciar su trabajo sexual de sus propias sexualidades. Y otras lo usan para insistir en que el trabajo sexual debe ser considerado como cualquier otro trabajo: un trabajo en el que pueden ser explotadas o no explotadas, que pueden elegir o no elegir.
Como historiadora, uso los términos “trabajo sexual” y “mujeres que vendían sexo” para evitar el anacronismo, pero reconozco de forma explícita que para la mayoría de las mujeres que vendían sexo en el pasado, la prostitución era un trabajo. Debe analizarse tanto como historia del trabajo que historia de la sexualidad. De hecho, si quisiéramos pensar en la prostitución en términos de historia de la sexualidad, deberíamos mirar más a los hombres que la consumen que a las mujeres que la ejercen. Hasta el momento, hay una ofensiva escasez de estudios históricos (o contemporáneos) sobre las numerosas personas que participan en el sexo comercial.
Como historiadora y feminista, soy consciente de las batallas que se generan en torno al término “trabajo sexual”. Algunas feministas insisten en usar el término “mujer prostituida”, implicando que ninguna mujer elegiría vender sexo. De hecho, uno de los “hechos” que más escucho de estudiantes y personas comunes cuando se enteran de mi investigación sobre prostitución como un trabajo de las mujeres, es que “ninguna niña dice que quiere ser prostituta cuando crezca”. Dejando de lado todos los argumentos en contra de esta afirmación, tampoco ninguna niña dice que quiere limpiar baños cuando crezca.
El mundo, antes y ahora, está lleno de gente que no han elegido sus trabajos. Las mujeres que vendían sexo en el pasado lo hacían como reacción en contra de otras elecciones laborales mal pagas, arduas y humillantes en las que eran explotadas y debido a la falta crucial de apoyo social. Varios estudios de fines del siglo XIX descubrieron que hasta la mitad de las mujeres que vendían sexo en Gran Bretaña habían sido empleadas domésticas, y que la mayoría había odiado tanto ese trabajo que lo habían dejado voluntariamente. “¿Qué me van a dar si dejo esto: un trabajo en una lavandería por dos libras a la semana, cuando puedo fácilmente ganar veinte?” le preguntó una prostituta a una agente de policía en la década de 1920. “Prefiero morir que volver al servicio doméstico”, le dijo otra a la periodista Mary Chesterton en 1935.
La difícil verdad es que los testimonios históricos de prostitutas, así como del presente, proveen amplia evidencia de que las mujeres sí eligen el trabajo sexual en condiciones económicas precarias y alternativas laborales terribles. Quizás debido a esto nos cuesta tanto imaginar a la prostitución como un trabajo y tomar en serio las organizaciones de trabajadoras sexuales. Requiere un reconocimiento de que el trabajo sexual está profundamente conectado con la explotación de la economía capitalista de la que todos somos parte. Como George Bernard Shaw escribió en 1912, durante la campaña en contra de la explotación sexual comercial de niñas o “trata de blancas”:
Los salarios de la prostitución están cosidos en sus ojales y en sus blusas, pegados en sus cajas de fósforos y en sus cajas de alfileres, rellenados en sus colchones, mezclados con la pintura de sus paredes y atascados en sus canillas. El mismo barniz de su tinaja y de su taza de té tiene el veneno de plomo que se le ofrece a la mujer decente como recompensa por su trabajo honesto.
En todo caso, las palabras de Shaw suenan más verdaderas hoy, a la luz de nuestra economía global cada vez más perversa, donde el trabajo doméstico, agrícola e industrial barato y mal regulado son vistos como cruciales para satisfacer las demandas crecientes de opulencia y comodidad.

Los sueldos de la prostitución están cosidos en sus ojales’ (‘No Home Life for them’, The Sweated Industries Exhibition, Richard Mudie-Smith, 1906 (Museum of London)
Por lo tanto, en este día internacional de los trabajadores, sugiero que deberíamos pensar en cómo el trabajo sexual está relacionado con los trabajos no remunerados o mal pagos que mujeres (y también hombres, aunque en menor medida, pero no por eso menos importante) realizan para sostener la economía capitalista mundial en condiciones de explotación. Y en lugar de tratar de separar la prostitución del trabajo, deberíamos pensar en cómo nuestra demanda de bienes y servicios lícitos está enredada con la economía ilícita y sexual y en cómo somos cómplices en la mucho más extendida explotación laboral.



 Julia Laite es profesora de historia británica moderna y de género en Birkbeck, University of London. Está interesada en la historia de las mujeres, del género, la sexualidad, el crimen, la migración y la prostitución. Su primer libro, Common Prostitutes and Ordinary Citizens: Commercial Sex in London, 1885-1960  fue publicado por Palgrave Macmillan en 2011. Actualmente está estudiando tráfico y migración de mujeres a comienzos del siglo XX.