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Friedrich Engels |
[…] No tendré tiempo de leer tu gran discurso [sobre el presupuesto] militar antes de esta noche; me gustó muchísimo el que hiciste sobre la lex [ley] Heinze [que preveía penas agravadas para el proxenetismo y la difusión de material de carácter pornográfico]. En tanto que la prostitución no pueda ser suprimida completamente, el primer gran mandamiento para nosotros debería creo ser el de liberar completamente a las chicas de toda legislación de excepción. Aquí al menos en Inglaterra, se acerca de a poco; no hay “policía de moralidad”, no hay controles ni exámenes médicos, pero los poderes de la policía son todavía sobredimensionados, porque es ilegal tener una disorderly house [un burdel] y que toda casa donde habita una chica que recibe visitantes puede ser considerada como tal. Incluso si esto no se aplica más que excepcionalmente, las chicas están todavía sometidas a chantajes horribles de parte de los policías. Esta libertad relativa que tienen las chicas frente a las restricciones degradantes de la policía les permite preservar globalmente un carácter autónomo y respetable, de una manera inconcebible en el continente [en Europa continental]. Ellas ven su situación como un malestar inevitable que les ha caído encima y en el cual deben encontrarse, pero que más allá de eso no debe afectar necesariamente su carácter ni su autoestima, y cuando encuentran ocasión de salir de su profesión ellas la aprovechan, exitosamente la mayoría de las veces. En Manchester había colinias enteras de gente joven -burgueses o comunistas- que vivían con chicas así, y muchos estaban casados con papeles con ellas, y se entendían al menos igual de bien que un burgués casado con una burguesa. Si de vez en cuando había alguna que se ponía a tomar, no era de ninguna manera diferente de las burguesas, entre las cuales no es inhabitual que esto suceda por aquí. Algunas de esas chicas, las casadas, fueron introducidas en la buena sociedad burguesa e incluso entre los squires – los caballeros de la alta sociedad de acá – sin que nadie le haya encontrado nada de icoveniente.
A mi parecer, hay que tener en cuenta sobre este asunto antes que nada el interés de las chicas como víctimas del orden social actual, y se debe buscar de preservarlas tanto como sea posible de la miseria – cómo mínimo no conducirlas a la miseria a través de las leyes y puteríos policiales, como es el caso en todas partes en el continente. Se ha intentado hacerlo acá en algunas ciudades de guarnición, donde se ha introducido el control y y los exámenes médicos, pero no ha durado; lo único que los puritanos sociales han hecho bien a sido agitar contra eso.
Los exámenes médicos obligatorios no sirven absolutamente para nada. En cada lugar donde se los ha introducido, la sífiles y la gonorrea han aumentado. Estoy convencido que los instrumentos de los médicos de la policía son muy eficaces para transmitir enfermedades venéreas, porque no se toman si quiera el tiempo ni la molestia de desinfectarlos. Las chicas tienen que poder acceder a cursos gratuitos sobre enfermedades venéreas, así por lo menos la mayoría de ellas aprenderán a cuidarse a sí mismas. Blaschko nos ha enviado una exposición sobre el control médico donde se ve obligado a reconocer que eso no sirve absolutamente para nada; si fuera coherente consigo mismo, debería sacar la conclusión de que hay que legalizar totalmente la prostitución y proteger a las chicas contra la explotación, pero eso parece completamente utópico en Alemania. […]
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Frederic Engels, carta a Augusto Bebel, 22 de diciembre de 1892 traducida de la versión francesa disponible en http://www.icl-fi.org/francais/lebol/210/engels.html
Traductorx: Florencia Zacco Nievas
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